La burocracia es más dura que el faro

Esta película revela la rigidez, la ineficiencia y la impersonalidad del sistema burocrático a través de una historia ridícula y de humor negro. Aunque la historia que narra la película sucede en Cuba durante los años sesenta del siglo ⅩⅩ, podemos notar nuestra realidad actual. Es una historia que está pasando en cualquier lugar del planeta.

Al principio de la historia, el sobrino, Joaquín, es un joven tímido y siempre habla con voz baja y con obediencia ante los burócratas, quienes muestran indiferencia y despreocupación hacia su problema urgente. Todavía recuerdo la escena en la que, después de hacer la cola y por fin le toca a Joaquín la oportunidad de sellar y firmar los papeles para exhumar el cuerpo de su tío, suena el timbre de salida de trabajo, e inmediatamente el funcionario se levanta, coge su salvavidas para ir a la playa, no haciendo caso a los ruegos de Joaquín. Tras un día entero haciendo la cola para una firma, pobre Joaquín no consiguió nada. ¡Qué rígido e ineficiente es el sistema burocrático! Hasta el final de la película, los problemas de Joaquín todavía no han sido resueltos, y los trámites burocráticos le han producido cierto desequilibrio mental.

A mi juicio, aunque el director utiliza tácticas exageradas, y el final parece un poco extremo, todos nosotros, como el protagonista, sentimos el odio y el cansancio hacia la burocracia y los miles de miles de trámites solo para resolver un asunto pequeño.

Es una pelíula excelente, no solo por su humor negro y sus tácticas de filmar, sino por su tema que la pone a la vanguardia en los años sesenta.